VAMOS A CONTAROS UN CUENTO

By Lena - noviembre 29, 2017



Serrin@s, nos adelantamos a la Navidad para contaros un cuento. Un cuento gallego no es un cuento cualquiera. Es nuestra particular versión de un personaje, que afortunadamente hemos recuperado hace unos pocos años, una figura entrañable de la Navidad gallega. Esperamos que os guste!
Cuentan que las noches del 24 y 31 de diciembre, un hombre visitaba por las aldeas y "lugariños" perdidos entre los montes lugueses y ourensanos a los más pequeños de la casa.
Era alto muuuuy alto y muy muy fuerte, con pelo pelirrojo algo desarreglado y barbas como un bosque cerrado que casi no dejaban ver sus bondadosos ojos. Podía dar la impresión de ser un cascarrabias, pero nada tenía que ver con su carácter bonachón.
Era de llevar ropa algo deteriorada, una boina y un par de esas zapatillas que suelen llevar los abuelos de cuadros grandes y muy abrigaditas. No le preocupaba el que dirán sobre su aspecto. Él era feliz con su vida sencilla.
Se dice que su oficio era el de carbonero. Y algunos hasta comentan que... podía ser primo del Olentzero vasco. Quién sabe!
Su día a día era felizmente monótono y muy tranquilo. Le gustaba ir de montaña en montaña por las sierras de O Courel y Os Ancares. Y de ahí bajaba a las aldeas para repartir el carbón.
Cuando tenía ratos libres se dedicaba a fumar en su pipa e iba paseando por los castañales recogiendo un sinfín de castañas, cuantas más mejor! Día tras día llenaba sacos y más sacos. Y se le iluminaban los ojos pensando en el día de su reparto. Y entre recogida y recogida, alguna también le gustaba comer especialmente cocidas y tomarlas con leche calentita.
La visita del Apalpador era toda una fiesta en los hogares gallegos tanto para los pequeños como para los más grandes. Música, cantos, dulces, juegos... Se trataba de un gran acontecimiento navideño. Ya que celebraban estar juntos en familia compartiendo momentos, risas. Las cosas más sencillas se hacían grandes y muy gozosas.
Cuando se acercaba la hora de ir a dormir los pequeños se fundían en un gran abrazo (de esos que duran más de 6 segundos) con los abuelos, los tíos, los primos, mamá y papá y hasta el gato se llevaba el suyo! Y esperaban inquietos en cama a que llegase el Apalpador. Aunque en verdad, no vendría si no los encontraba durmiendo...
Nadie conocía el nombre real de aquel gran hombre, todos le llamaban Apalpador, porque palpaba las barrigas de los pequeños para ver si tenían hambre. Si estaban llenas decía su conjuro –“Así, así esteas todo el año” (“Así, así estés todo el año”)–; si no, no decía nada, pero a todos les dejaba un puñado de castañas y alguno de sus juguetes elaborados por el mismo con madera de castaño.
Moraleja:
Estar con las personas que uno ama compartiendo buenos momentos sencillos
es el mejor regalo que se puede realmente dar.
Disfruta y aprecia lo que te da la naturaleza porque somos parte de ella y en ella está nuestro futuro. Nuestros pequeños son los frutos del mañana.
Cuidemos nuestro presente para tener un futuro.

Primera representación gráfica del Apalpador, realizada por el artista Leandro Lamas.


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